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martes, 16 de junio de 2015

Miedo a la verdad





Que pasaría cuando aun después de adultos seguimos creyendo en monstruos, a veces pensamos que es cosa de niños, o lo que es peor, aun cuando nunca creímos en ellos y después comenzamos a creer.

Cada noche antes de dormir sé que está ahí mirándome con sus fúnebres ojos negros como la noche, esperando a que baje la guardia, y cuando me armo de valor, y corro a encender la luz, no hay nada, como si se tratase de una broma cruel hecha por alguien con mucho odio acumulado hacia mí, pero sé que no es así. O mínimo no humano, sé que puede verme sabe que puedo verlo, pero no le importa, hoy más que nunca sentía su presencia, estaba solo, mi esposa que estaba embarazada se había ido a la casa de su madre puesto que por trabajo yo no le podía dar los cuidados necesarios.

Muéstrate si crees que eres tan fuerte, frite en un golpe de valor o de locura, no puedo describirlo, en un ápice de escepticismo y miedo vi a la nada esperando lo peor, es ese momento un ser de vestimenta obscura y una cara blanca como la nieve, se me acerco con una sonrisa burlona abriendo su afilada dentadura, parecía flotar en vez de caminar, esa imagen me aterrorizo y grite desesperada mente esperando ayuda y cubriéndome con las sabanas como si fuera solo un niño.

Desperté, aún era de noche y no sabía si lo que vi, o lo que creí ver, fue un sueño o una loca realidad, me levante de mi cama, decidí bajar a tomar un vaso con agua y tratar de reconciliar el sueño, de esa mala pasada que me había jugado mi mente.

Al abrir la puerta, note el escenario mar horrido y grotesco de toda mi vida, pareciera que las paredes de mi casa habían sido cambiadas por columnas de carne viva, moviéndose, sangrando, remendada con malas puntadas, grapas mal puestas y oxidadas en cada uno de los orificios, de los cuales chorreaba una apestosa y espesa sangre, mientras una risa burlona recorría las paredes de ese lugar.

Regrese corriendo a mi cuarto, buscando algo con que cortar tal aberración salir de ahí lo más rápido que pude, pero solo encontré un bolígrafo de metal, me di la vuelta decidido a todo y cuando menos me lo espere, no había nada, solo las paredes del pasillo de mi casa.

Pero de algo estaba seguro la risa seguía y tenía que saber de dónde provenía Salí corriendo con el bolígrafo en mano, baje las escaleras, dos pasos más adelante, un terrible sentimiento aquejo mi ser, al mismo tiempo que las risas cesaban y escuchaba –detrás de ti- .

Al voltearme era ese mismo ser y sin mayor aviso metió sus dedos en mis ojos destruyéndolos, sentía como la sangre recorría mi mejilla, el miedo se apoderaba de mí, mis músculos se quedaron tensos no podía hacer nada.

Volví a abrir los ojos, ya no sabía que creer estaba seguro, había cometido un gran error al a ver retado a esa cosa, abrí la puerta y nada, baje las escaleras con cautela, al llegar al suelo me di la vuelta estrepitosa mente pero tampoco vi nada, decidí parar esta pesadilla, subí de nuevo a mi cuarto por mi teléfono para llamar a mi esposa y que encontrara ayuda para salir de esta escena tan grotesca.

Al subir y ver dentro de la habitación me lleve la más cruel sorpresa que todo hombre podría llevar, mi cama estaba recargada en la pared de mi habitación, atada en ella de pies y manos mi esposa, llorando, diciendo mi nombre  y pidiendo que no lo haga, de repente el mismo ser apareció de entre la penumbra, con cuchillo en mano y clavándolo en el estómago de mi esposa, intente correr para evitar tan espantosa escena, pero el pasillo parecía infinito, mientras corría, veía caer desplomado en el suelo el cuerpo de mi pequeño hijo, el ser lo pisoteo a mas no poder mientras esa risa, se hacía presente de nuevo, después ese mismo ser del cuchillo atravesó el cráneo de lo que quedaba de mi esposa, mientras en un acto aberrante le dio un beso, e inmediatamente partió el cráneo por la mitad.

El cansancio no me dejaba seguir, intentaba correr, pero no conseguía llegar a ninguna parte, de repente una pequeña araña cayó sobre mi rostro, en ese momento me hizo brincar y gritar de terror, al mismo tiempo que caí desplomado en el suelo.

Tenía los ojos cerrados, sentía mi agitada respiración, por todo lo que había corrido tal vez pensé, seguía jadeando, comencé a sentir el sudor que recorría mi rostro, sentía mi ropa humedecida, ya no había miedo ya no había terror.

Abrí los ojos una intensa adrenalina recorrió mi ser, lo sabía yo era ese ser del cuchillo.



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